sábado, 24 de enero de 2009

Un mal sueño

La niña había tenido un mal sueño. Despertó enmedio de la noche llamando a su papá, muy agitada y asustada. Su papá acudió rápidamente a su llamado.

Ella tenía usualmente sueños muy bonitos: soñaba con flores, con pajaritos, con juguetes, con muñecas... soñaba con sus hermanos y con sus papás. Soñaba con sus amigas de la escuela y con sus abuelitos. Muchas veces soñaba también con paisajes y con música, que era lo que más le gustaba de día.

Y sin embargo, esa noche había tenido un sueño que le había dado miedo, que la había despertado y por eso llamaba a su papá. Él la acarició en el pelo mientras le preguntaba: "Dime mi amor... ¿le pediste hoy a Dios que te mandara lindos sueños?" Y ella recordó entonces que no, que ese día había jugado hasta tarde con sus amigas, que había caído exhausta en la cama y que había dejado de rezar, como siempre lo hacía antes de dormir.

"Ya ves", dijo su papá, "ésa es la explicación. Dios siempre atiende las peticiones de las niñas y les cumple las cosas que ellas quieren, de alguna forma u otra".

"Ahora bien," continuó, "debemos encontrar ese mal sueño, que seguramente se coló por la ventana aprovechando que se te olvidó pedir dulces sueños". Y buscaron en el cajón, debajo de la cama, entre las cobijas.

Y al levantar la almohada, ¡ahí estaba! Era una pequeña nube gris, que estaba oculta esperando para regresar a los sueños de la niña en cuanto ella se durmiera. Al ser descubierta, la pequeña nube gris salió volando nuevamente por la ventana.

Así es que el papá cerró la ventana y, regresando al lado de su hija, le insistió: "No olvides entonces pedir a Dios dulces sueños, te aseguro que esa pequeña nube no volverá por aquí pronto".

Y así fue como ella aprendió a pedir siempre a Dios esos dulces sueños que siempre la acompañaban antes de dormir, para no dejar espacio para el regreso de ningún mal sueño.

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