Esta es la historia de una jirafa que no tenía manchas. Así es: era toda amarilla. Y eso le acarreaba muchos problemas. Cuando estaba comiendo hojas en las ramas altas de los árboles, de pronto gritaba "¡AAYYYYY!", porque alguna otra jirafa le daba un buen mordisco en el cuello. Ella contestaba indignada: "¡Oye! ¡Ten cuidado con lo que haces!" Y la otra jirafa, apenada, sólo atinaba a contestar: "Ay, perdón, es que pensé que eras una rama del árbol... como eres toda amarilla..."
Y también cuando se agachaba a tomar agua en el arroyo, de pronto sentía "iuuuuuuujuuu" en el cuello, porque los changos empezaban a deslizarse por su cuello para caer al agua en un gran chapuzón. También les gritaba la jirafa: "¡Oigan, qué se piensan!" Y los changos contestaban dándose a la fuga: "¡Perdón! Es que como eres toda amarilla, pensamos que eras un tobogán para resbalarnos al agua..."; y se iban riendo y jugando.
Y estas situaciones molestaban cada vez más a la jirafa. Preguntó a todos los amigos de la sabana y nadie sabía decirle qué se podía hacer. Hasta que después de mucho preguntar, un viejo ñu le dijo: "Yo conozco a alguien que te puede ayudar. Es un viejo simio, un chango que vive desde hace mucho en una cueva muy lejana. Pero hay que caminar muchos días y noches para llegar a donde vive..."
"No importa", contestó la jirafa. Así es que esuchó las indicaciones que le dio el ñu y emprendió su camino. Pasó largos días y noches siguiendo las indicaciones hasta que llegó a la cueva donde vivía el viejo chango. Éste lo recibió con mucha amabilidad y, revisándola, le dijo: "¡Claro que yo puedo ayudarte! Vamos a pintar unas hermosas manchas de muchos colores en todo tu cuerpo".
"¿De colores?", preguntó la jirafa, "¿No deberían ser café?". "¡No importa!", contestó el viejo chango, "Verás qué hermosas manchas vamos a decorar en tu cuerpo".
Y entonces el chango dibujó, con ayuda de un pincel, una estrella roja; una luna azul; un sol amarillo; una estrella dorada; una montaña café; un arcoiris de colores; un rayo plateado; una nube blanca; una cara feliz; un árbol frondoso... y así fue llenado a la jirafa de increíbles formas y colores. Y la jirafa se volvió la jirafa más famosa del mundo, gracias a las increíbles manchas de colores que decoraban su cuerpo.
FIN.
Siempre cuando cuento esta historia a mis niñas, les dibujo en la espalda con mi dedo, mientras están acostadas, las figuras que le van poniendo a la jirafa: una estrella, una luna, una montaña... gracias a esto se ha vuelto su historia de corbata favorita; inclusive la llevamos ya al salón de la más pequeña para compartirla con sus amigos (N. del A.)
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