Este cuento fue hecho por mi hija Ana de 10 años, a quien le encanta vacacionar en las bellas playas mexicanas.....
Un día, en el fondo del mar, había una pequeña estrella de mar, a ella la gustaba viajar mucho por el océano.
Un día a la estrellita la contactaron la C.E.V. (Ciudad de Estrellas Viajeras) y a ella le fascinó la idea.
Al otro día la estrellita fue a la C.E.V. y se dirigió con el capitán de la C.E.V. y el capitán le preguntó: -TÚ,estrellita, ¿cómo te llamas?- ella le respondió: - Karina, ¿y usted?- él le dijo muy caballerosamente: - Pues claro, yo me llamo, Coronel Pedro- luego el Coronel Pedro llevó a Karina a su nave submarina.
El Coronel Pedro le dijo a Karina: -Tu misión es ir a descubrir allá arriba, me refiero a la tierra- Karina se sintió intimidada, pero ella era la estrella más viajera entonces aceptó: -¡ACEPTO JEFE!-
Luego mandaron a Karina a Ixtapa a que conociera allá.
Al otro día ella fue a ver qué se podía llevar para que se lo enseñara a su jefe (el Coronel Pedro) y lo sorprendiera.
A ella le emocionaba ver tantas cosas tan bonitas , que ya se quería llevar Ixtapa abajo del mar, pero luego vió a una señora vendiendo collares , entonces agarró uno.
Karina regresó al mar para enseñarle a su jefe el collar, el tipo de arena y también le dijo que todo era precioso. Su jefe le dijo: -Muy buen trabajo Karina, tu siguiente misión será en una semana, mientras descansa-.
Karina decidió que ya no quería más misiones, entonces quiso quedarse en Ixtapa.
FIN
sábado, 18 de abril de 2009
El descubrimiento de Lupi (2a parte)
Este final fue escrito por mi hija Nat de 7 años...
El búho le dijo a Lupi que tratara de hablar con los humanos. Y Lupi sí pudo hablar con ellos. Les explicó que no eran malos y les dijo lo que comen: venados y animales... y personas, y que a las personas las comen cuando los atacan.
Entonces ellos lo entendieron y se hicieron amigos. Luego Lupi se lo explicó a su familia y después Lupi se hizo el favorito de esa familia. Y cuando Lupi esté en peligro ellos lo van a proteger.
Y los visitaba todos los días y jugaban. Y vivieron felices por siempre...
FIN
El búho le dijo a Lupi que tratara de hablar con los humanos. Y Lupi sí pudo hablar con ellos. Les explicó que no eran malos y les dijo lo que comen: venados y animales... y personas, y que a las personas las comen cuando los atacan.
Entonces ellos lo entendieron y se hicieron amigos. Luego Lupi se lo explicó a su familia y después Lupi se hizo el favorito de esa familia. Y cuando Lupi esté en peligro ellos lo van a proteger.
Y los visitaba todos los días y jugaban. Y vivieron felices por siempre...
FIN
El descubrimiento de Lupi (1a Parte)
Lupi nunca había visto a los humanos. Él era un pequeño lobo que siempre había vivido en su manada, en compañía de su papá y su mamá y otros lobos únicamente. Su vida transcurría felizmente, cazando conejos, ratones, observando cómo los mayores cazaban animales mayores como venados o inclusive alguna cabra que se hubiera escapado de alguna granja cercana. Pero para él se trataba simplemente de otros animales que habían sido puestos en el bosque para que ellos, los lobos de la manada, tuvieran qué comer.
Así es que, cuando sintió en el aire el olor de una fogata, donde se estaban asando malvaviscos y salchichas, no supo de qué se trataba. Era de noche y, a pesar de estar todo muy oscuro, fue siguiendo el olor que llegaba por el aire hasta que descubrió una luz que brillaba a lo lejos entre los árboles.
A pesar de que en el bosque los lobos, aún los lobeznos como él, eran tratados con mucho respeto y miedo por el resto de los animales, se acercó con mucha precaución hacia donde se encontraba la luz. Conforme se acercaba, descubrió que, alrededor de la luz, se encontraba reunida un grupo de lo más extraño. Nunca había visto algo así.
Se trataba de una familia de humanos, pero él no sabía esto. Era el papá, la mamá y un pequeño niño llamado Calixto. Ellos estaban acampando en el bosque y se encontraban muy contentos, platicando y cantando alrededor del fuego, asando salchichas y malvaviscos, que fue el olor que atrajo a Lupi a lo lejos.
Lupi sí conocía el fuego. Lo había visto cuando los relámpagos que caían en las tormentas prendían las ramas de algún árbol seco. Todos los animales del bosque huían del fuego al verlo. pero estos extraños visitantes del bosque no parecían tener ningún miedo del fuego. Al contrario, parecían disfrutar estar cerca de él.
La curiosidad de Lupi iba en aumento, así es que se acercó un poco más, sin ahcer ruido. Y entonces, el papá de Calixto volteó y distinguió el brillo del fuego reflejado en los abiertos ojos de Lupi.
Gritó asustado: "¡Un lobo!" Y de inmediato saltó de su lugar, tomó la escopeta que tenía muy cerca de donde estaba y, sin pensarlo dos veces, disparó. El estruendo, el resplandor, la sorpresa de lo que estaba sucediendo, tomaron por completo por sorpresa a Lupi, que no sabía qué estaba sucediendo. Sus oídos parecían reventar, su corazón parecía salirse de su pecho, mientras corría despavorido de regreso a la profundidad del bosque.
Los demás lobos de la manada estaban muy preocupados por él, porque escucharon a lo lejos el disparo. "¡Lupi, Lupi! ¡Estás a salvo!" Lupi no podía creer lo que había sucedido... ¿quiénes eran esos seres? "Son seres humanos, son muy peligrosos, ¡nunca te acerques a ellos!"
Lupi pasó muchos días muy triste... no entendía qué había sucedido. Ahí estaba una familia humana, disfrutando de estar juntos, tal y como él lo hacía con su manda. Pero ahora todos le decían que eran peligrosos. Y eso lo llenaba de tristeza.
Así es que decidió preguntar al viejo búho... ¿quiénes son estos humanos? ¿realmente son tan malos?
Así es que, cuando sintió en el aire el olor de una fogata, donde se estaban asando malvaviscos y salchichas, no supo de qué se trataba. Era de noche y, a pesar de estar todo muy oscuro, fue siguiendo el olor que llegaba por el aire hasta que descubrió una luz que brillaba a lo lejos entre los árboles.
A pesar de que en el bosque los lobos, aún los lobeznos como él, eran tratados con mucho respeto y miedo por el resto de los animales, se acercó con mucha precaución hacia donde se encontraba la luz. Conforme se acercaba, descubrió que, alrededor de la luz, se encontraba reunida un grupo de lo más extraño. Nunca había visto algo así.
Se trataba de una familia de humanos, pero él no sabía esto. Era el papá, la mamá y un pequeño niño llamado Calixto. Ellos estaban acampando en el bosque y se encontraban muy contentos, platicando y cantando alrededor del fuego, asando salchichas y malvaviscos, que fue el olor que atrajo a Lupi a lo lejos.
Lupi sí conocía el fuego. Lo había visto cuando los relámpagos que caían en las tormentas prendían las ramas de algún árbol seco. Todos los animales del bosque huían del fuego al verlo. pero estos extraños visitantes del bosque no parecían tener ningún miedo del fuego. Al contrario, parecían disfrutar estar cerca de él.
La curiosidad de Lupi iba en aumento, así es que se acercó un poco más, sin ahcer ruido. Y entonces, el papá de Calixto volteó y distinguió el brillo del fuego reflejado en los abiertos ojos de Lupi.
Gritó asustado: "¡Un lobo!" Y de inmediato saltó de su lugar, tomó la escopeta que tenía muy cerca de donde estaba y, sin pensarlo dos veces, disparó. El estruendo, el resplandor, la sorpresa de lo que estaba sucediendo, tomaron por completo por sorpresa a Lupi, que no sabía qué estaba sucediendo. Sus oídos parecían reventar, su corazón parecía salirse de su pecho, mientras corría despavorido de regreso a la profundidad del bosque.
Los demás lobos de la manada estaban muy preocupados por él, porque escucharon a lo lejos el disparo. "¡Lupi, Lupi! ¡Estás a salvo!" Lupi no podía creer lo que había sucedido... ¿quiénes eran esos seres? "Son seres humanos, son muy peligrosos, ¡nunca te acerques a ellos!"
Lupi pasó muchos días muy triste... no entendía qué había sucedido. Ahí estaba una familia humana, disfrutando de estar juntos, tal y como él lo hacía con su manda. Pero ahora todos le decían que eran peligrosos. Y eso lo llenaba de tristeza.
Así es que decidió preguntar al viejo búho... ¿quiénes son estos humanos? ¿realmente son tan malos?
sábado, 24 de enero de 2009
El vampiro que comía catsup
Puede llamarse también: "El vampiro que comía ketchup" (N. del A.)
Cuando la familia decidió mudarse a su nueva casa, el señor que se las mostró les advirtió: "Sólo quiero que sepan que en esta casa habita un vampiro. Es algo muy tenebroso. Es terrible encontrar gotas de sangre en el suelo por las mañanas. Así es que prefiero que lo sepan y que no se sientan engañados."
El papá contestó: "Tonterías. Los vampiros no existen. Así es que compraremos la casa, que me parece perfecta para nuestra familia". Y se mudaron muy contentos a esta hermosa mansión de muchos pisos y habitaciones, que era una casa muy antigua y que seguramente había alojado a muchas familias por mucho tiempo.
Tampoco Tino, el niño de la familia, tenía miedo a los vampiros ni a las historias de miedo. Al contrario, le gustaba mucho asustar a sus hermanas contándoles historias de caballeros sin cabeza, de fantasmas y de ogros. Así es que su primera noche en su nueva casa fue muy apacible y durmió profundamente.
¡Cuál sería la sorpresa de todos al encontrar en el piso de la cocina las gotas de sangre que el señor les había descrito! Ahí estaban, como un camino que empezaba en la cocina y terminaba en las escaleras, donde, después de algunos escalones, desaparecía.
Pues Tino decidió entonces investigar esto. Y esa noche, cuando todos dormían, bajó muy despacio y sin hacer nada de ruido a la cocina... y ahí estaba el vampiro. Era un hombre vestido de negro, con una capa negra y, bueno, ya sabe cómo se ven los vampiros. Y cuando el vampiro oyó a Tino, volteó súbitamente, con ojos de fuego y ¡la boca llena de sangre!
Bueno, eso es lo que pensó Tino cuando lo vió... hasta que vió que sus manos sostenían una botella de catsup... con dos orificios redondos que, seguramente, había hecho el vampiro con sus afilados colmillos.
El vampiro se dio cuenta de que Tino volteaba a ver la botella y la escondió rápidamente tras su espalda, lleno de pena...
- "Pero, ¿tú comes catsup?", preguntó Tino... "¿No se supone que los vampiros comen sangre?".
- "¡Claro que no!", contestó indignado el vampiro. "¡Sangre, qué asco! ¿te imaginas? Es una mala fama que nos han hecho por siglos... Lo que me encanta es esta riquísima salsa de tomate."
- "Se llama catsup...", contestó Tino. "Puedes comer la que quieras, pero por favor ¡no ensucies el piso de la cocina! No sólo se ensucia y hay que limpiar todos los días, sino que asustas a muchas personas."
Y así charlaron largo rato Tino y el vampiro, que se volvieron muy buenos amigos. Todas las noches Tino le servía un plato de salsa catsup, y él le contaba muchas historias muy interesantes, que muy pronto podría contar a sus hermanas...
Cuando la familia decidió mudarse a su nueva casa, el señor que se las mostró les advirtió: "Sólo quiero que sepan que en esta casa habita un vampiro. Es algo muy tenebroso. Es terrible encontrar gotas de sangre en el suelo por las mañanas. Así es que prefiero que lo sepan y que no se sientan engañados."
El papá contestó: "Tonterías. Los vampiros no existen. Así es que compraremos la casa, que me parece perfecta para nuestra familia". Y se mudaron muy contentos a esta hermosa mansión de muchos pisos y habitaciones, que era una casa muy antigua y que seguramente había alojado a muchas familias por mucho tiempo.
Tampoco Tino, el niño de la familia, tenía miedo a los vampiros ni a las historias de miedo. Al contrario, le gustaba mucho asustar a sus hermanas contándoles historias de caballeros sin cabeza, de fantasmas y de ogros. Así es que su primera noche en su nueva casa fue muy apacible y durmió profundamente.
¡Cuál sería la sorpresa de todos al encontrar en el piso de la cocina las gotas de sangre que el señor les había descrito! Ahí estaban, como un camino que empezaba en la cocina y terminaba en las escaleras, donde, después de algunos escalones, desaparecía.
Pues Tino decidió entonces investigar esto. Y esa noche, cuando todos dormían, bajó muy despacio y sin hacer nada de ruido a la cocina... y ahí estaba el vampiro. Era un hombre vestido de negro, con una capa negra y, bueno, ya sabe cómo se ven los vampiros. Y cuando el vampiro oyó a Tino, volteó súbitamente, con ojos de fuego y ¡la boca llena de sangre!
Bueno, eso es lo que pensó Tino cuando lo vió... hasta que vió que sus manos sostenían una botella de catsup... con dos orificios redondos que, seguramente, había hecho el vampiro con sus afilados colmillos.
El vampiro se dio cuenta de que Tino volteaba a ver la botella y la escondió rápidamente tras su espalda, lleno de pena...
- "Pero, ¿tú comes catsup?", preguntó Tino... "¿No se supone que los vampiros comen sangre?".
- "¡Claro que no!", contestó indignado el vampiro. "¡Sangre, qué asco! ¿te imaginas? Es una mala fama que nos han hecho por siglos... Lo que me encanta es esta riquísima salsa de tomate."
- "Se llama catsup...", contestó Tino. "Puedes comer la que quieras, pero por favor ¡no ensucies el piso de la cocina! No sólo se ensucia y hay que limpiar todos los días, sino que asustas a muchas personas."
Y así charlaron largo rato Tino y el vampiro, que se volvieron muy buenos amigos. Todas las noches Tino le servía un plato de salsa catsup, y él le contaba muchas historias muy interesantes, que muy pronto podría contar a sus hermanas...
El conejo que perdió la cola
Este era un conejo que un día perdió su cola. Su mamá le había advertido que no se metiera entre los zarzales. Sin embargo, los niños a veces no obedecen a sus papás y, de igual forma, este pequeño conejo no hizo caso a esta advertencia, corrió y jugó entre las zarzas llenas de espinas y ¡zas!, de pronto se quedó sin cola.
Y un conejo no se ve muy bien sin cola, así es que el pequeño conejo empezó a buscar algo que ponerse en su lugar. Lo primero que intentó fue una col. Sí, una redonda y verde col, que puesta con cuidado en su colita, lo hacía verse muy bien, pues una cola verde es siempre original.
Pero más tardo en regresar a jugar con sus amigos con su nueva cola verde, que en darse cuenta que, en cada vuelta que daba, alguno de sus amigos le pegada un mordisco a la cola y, de pronto, se quedó nuevamente sin cola, pues la col había estado muy apetitosa.
Así es que ahora intentó con una hermosa flor roja que encontró en el jardín. Vaya que se veía bien el conejo. La flor lo hacía el conejo más llamativo de su granja. Tan llamativo, que de pronto un enjambre de abejas lo empezó a perseguir por todo el jardín, pues querían comer el polen de esa flor... así es que el conejo salió corriendo y dejó la flor tirada, sin saber qué hacer ahora para reponer la cola que había perdido.
Lo siguiente que intentó fue ponerse una pelota pequeña que encontró ahí en el jardín. La pelota era redonda, brillante, y tenía una ventaja adicional: podía sentarse en ella y rebotar por todas partes, lo cual era de lo más divertido. Y así estuvo jugando largo rato en el jardí, rebotando de aquí a allá... hasta que el perrito del granjero descubrió dónde estaba su pelota favorita y persiguió y persiguió al conejo, que tuvo que salir huyendo nuevamente hacia el bosque, dejando atrás la pelota que había sido tan divertida...
Y entonces encotró la flor del algodón... ¡ah, qué bonita era esa flor! Blanca, suave, sedosa... parecía... parecía, precisamente, ¡una cola de conejo! Así es que el conejo cortó esta flor, la pegó fijamente a su colita y por fin pudo regresar a ser un conejo normal, con una linda y esponjada cola blanca.
Y un conejo no se ve muy bien sin cola, así es que el pequeño conejo empezó a buscar algo que ponerse en su lugar. Lo primero que intentó fue una col. Sí, una redonda y verde col, que puesta con cuidado en su colita, lo hacía verse muy bien, pues una cola verde es siempre original.
Pero más tardo en regresar a jugar con sus amigos con su nueva cola verde, que en darse cuenta que, en cada vuelta que daba, alguno de sus amigos le pegada un mordisco a la cola y, de pronto, se quedó nuevamente sin cola, pues la col había estado muy apetitosa.
Así es que ahora intentó con una hermosa flor roja que encontró en el jardín. Vaya que se veía bien el conejo. La flor lo hacía el conejo más llamativo de su granja. Tan llamativo, que de pronto un enjambre de abejas lo empezó a perseguir por todo el jardín, pues querían comer el polen de esa flor... así es que el conejo salió corriendo y dejó la flor tirada, sin saber qué hacer ahora para reponer la cola que había perdido.
Lo siguiente que intentó fue ponerse una pelota pequeña que encontró ahí en el jardín. La pelota era redonda, brillante, y tenía una ventaja adicional: podía sentarse en ella y rebotar por todas partes, lo cual era de lo más divertido. Y así estuvo jugando largo rato en el jardí, rebotando de aquí a allá... hasta que el perrito del granjero descubrió dónde estaba su pelota favorita y persiguió y persiguió al conejo, que tuvo que salir huyendo nuevamente hacia el bosque, dejando atrás la pelota que había sido tan divertida...
Y entonces encotró la flor del algodón... ¡ah, qué bonita era esa flor! Blanca, suave, sedosa... parecía... parecía, precisamente, ¡una cola de conejo! Así es que el conejo cortó esta flor, la pegó fijamente a su colita y por fin pudo regresar a ser un conejo normal, con una linda y esponjada cola blanca.
Un mal sueño
La niña había tenido un mal sueño. Despertó enmedio de la noche llamando a su papá, muy agitada y asustada. Su papá acudió rápidamente a su llamado.
Ella tenía usualmente sueños muy bonitos: soñaba con flores, con pajaritos, con juguetes, con muñecas... soñaba con sus hermanos y con sus papás. Soñaba con sus amigas de la escuela y con sus abuelitos. Muchas veces soñaba también con paisajes y con música, que era lo que más le gustaba de día.
Y sin embargo, esa noche había tenido un sueño que le había dado miedo, que la había despertado y por eso llamaba a su papá. Él la acarició en el pelo mientras le preguntaba: "Dime mi amor... ¿le pediste hoy a Dios que te mandara lindos sueños?" Y ella recordó entonces que no, que ese día había jugado hasta tarde con sus amigas, que había caído exhausta en la cama y que había dejado de rezar, como siempre lo hacía antes de dormir.
"Ya ves", dijo su papá, "ésa es la explicación. Dios siempre atiende las peticiones de las niñas y les cumple las cosas que ellas quieren, de alguna forma u otra".
"Ahora bien," continuó, "debemos encontrar ese mal sueño, que seguramente se coló por la ventana aprovechando que se te olvidó pedir dulces sueños". Y buscaron en el cajón, debajo de la cama, entre las cobijas.
Y al levantar la almohada, ¡ahí estaba! Era una pequeña nube gris, que estaba oculta esperando para regresar a los sueños de la niña en cuanto ella se durmiera. Al ser descubierta, la pequeña nube gris salió volando nuevamente por la ventana.
Así es que el papá cerró la ventana y, regresando al lado de su hija, le insistió: "No olvides entonces pedir a Dios dulces sueños, te aseguro que esa pequeña nube no volverá por aquí pronto".
Y así fue como ella aprendió a pedir siempre a Dios esos dulces sueños que siempre la acompañaban antes de dormir, para no dejar espacio para el regreso de ningún mal sueño.
Ella tenía usualmente sueños muy bonitos: soñaba con flores, con pajaritos, con juguetes, con muñecas... soñaba con sus hermanos y con sus papás. Soñaba con sus amigas de la escuela y con sus abuelitos. Muchas veces soñaba también con paisajes y con música, que era lo que más le gustaba de día.
Y sin embargo, esa noche había tenido un sueño que le había dado miedo, que la había despertado y por eso llamaba a su papá. Él la acarició en el pelo mientras le preguntaba: "Dime mi amor... ¿le pediste hoy a Dios que te mandara lindos sueños?" Y ella recordó entonces que no, que ese día había jugado hasta tarde con sus amigas, que había caído exhausta en la cama y que había dejado de rezar, como siempre lo hacía antes de dormir.
"Ya ves", dijo su papá, "ésa es la explicación. Dios siempre atiende las peticiones de las niñas y les cumple las cosas que ellas quieren, de alguna forma u otra".
"Ahora bien," continuó, "debemos encontrar ese mal sueño, que seguramente se coló por la ventana aprovechando que se te olvidó pedir dulces sueños". Y buscaron en el cajón, debajo de la cama, entre las cobijas.
Y al levantar la almohada, ¡ahí estaba! Era una pequeña nube gris, que estaba oculta esperando para regresar a los sueños de la niña en cuanto ella se durmiera. Al ser descubierta, la pequeña nube gris salió volando nuevamente por la ventana.
Así es que el papá cerró la ventana y, regresando al lado de su hija, le insistió: "No olvides entonces pedir a Dios dulces sueños, te aseguro que esa pequeña nube no volverá por aquí pronto".
Y así fue como ella aprendió a pedir siempre a Dios esos dulces sueños que siempre la acompañaban antes de dormir, para no dejar espacio para el regreso de ningún mal sueño.
sábado, 17 de enero de 2009
Un cuento muy pequeño
- "¡Papá, cuéntame un cuento", dice una de mis niñas.
- "Bueno, pero sólo que sea muy pequeño, porque ya es tarde", contesto yo.
- "¡No! que sea grande... porque luego me cuentas un cuento que dice: estos eran unos amigos que vivieron felices por siempre... y no quiero eso", protesta ella.
- "Bueno, entonces te voy a contar un cuento muy pequeño, tan pequeño, que de pronto se perdió. Y nadie podía encontrarlo. Lo buscaron debajo de la cama... y nada. En el clóset, y nada. Dentro de los zapatos, y nada. Hasta que la niña de la casa tuvo una idea genial: buscarlo con una lupa, con un lente de aumento. Y así se puso a buscarlo y lo encontró encima de la cama, era tan pequeño que no lo habían visto. Y así muy contenta, se pudo dormir por haber encontrado al cuento pequeño", digo yo, mientras cierro la puerta para dormir y ellas sonríen suavemente.
- "Bueno, pero sólo que sea muy pequeño, porque ya es tarde", contesto yo.
- "¡No! que sea grande... porque luego me cuentas un cuento que dice: estos eran unos amigos que vivieron felices por siempre... y no quiero eso", protesta ella.
- "Bueno, entonces te voy a contar un cuento muy pequeño, tan pequeño, que de pronto se perdió. Y nadie podía encontrarlo. Lo buscaron debajo de la cama... y nada. En el clóset, y nada. Dentro de los zapatos, y nada. Hasta que la niña de la casa tuvo una idea genial: buscarlo con una lupa, con un lente de aumento. Y así se puso a buscarlo y lo encontró encima de la cama, era tan pequeño que no lo habían visto. Y así muy contenta, se pudo dormir por haber encontrado al cuento pequeño", digo yo, mientras cierro la puerta para dormir y ellas sonríen suavemente.
La jirafa que no tenía manchas
Esta es la historia de una jirafa que no tenía manchas. Así es: era toda amarilla. Y eso le acarreaba muchos problemas. Cuando estaba comiendo hojas en las ramas altas de los árboles, de pronto gritaba "¡AAYYYYY!", porque alguna otra jirafa le daba un buen mordisco en el cuello. Ella contestaba indignada: "¡Oye! ¡Ten cuidado con lo que haces!" Y la otra jirafa, apenada, sólo atinaba a contestar: "Ay, perdón, es que pensé que eras una rama del árbol... como eres toda amarilla..."
Y también cuando se agachaba a tomar agua en el arroyo, de pronto sentía "iuuuuuuujuuu" en el cuello, porque los changos empezaban a deslizarse por su cuello para caer al agua en un gran chapuzón. También les gritaba la jirafa: "¡Oigan, qué se piensan!" Y los changos contestaban dándose a la fuga: "¡Perdón! Es que como eres toda amarilla, pensamos que eras un tobogán para resbalarnos al agua..."; y se iban riendo y jugando.
Y estas situaciones molestaban cada vez más a la jirafa. Preguntó a todos los amigos de la sabana y nadie sabía decirle qué se podía hacer. Hasta que después de mucho preguntar, un viejo ñu le dijo: "Yo conozco a alguien que te puede ayudar. Es un viejo simio, un chango que vive desde hace mucho en una cueva muy lejana. Pero hay que caminar muchos días y noches para llegar a donde vive..."
"No importa", contestó la jirafa. Así es que esuchó las indicaciones que le dio el ñu y emprendió su camino. Pasó largos días y noches siguiendo las indicaciones hasta que llegó a la cueva donde vivía el viejo chango. Éste lo recibió con mucha amabilidad y, revisándola, le dijo: "¡Claro que yo puedo ayudarte! Vamos a pintar unas hermosas manchas de muchos colores en todo tu cuerpo".
"¿De colores?", preguntó la jirafa, "¿No deberían ser café?". "¡No importa!", contestó el viejo chango, "Verás qué hermosas manchas vamos a decorar en tu cuerpo".
Y entonces el chango dibujó, con ayuda de un pincel, una estrella roja; una luna azul; un sol amarillo; una estrella dorada; una montaña café; un arcoiris de colores; un rayo plateado; una nube blanca; una cara feliz; un árbol frondoso... y así fue llenado a la jirafa de increíbles formas y colores. Y la jirafa se volvió la jirafa más famosa del mundo, gracias a las increíbles manchas de colores que decoraban su cuerpo.
FIN.
Siempre cuando cuento esta historia a mis niñas, les dibujo en la espalda con mi dedo, mientras están acostadas, las figuras que le van poniendo a la jirafa: una estrella, una luna, una montaña... gracias a esto se ha vuelto su historia de corbata favorita; inclusive la llevamos ya al salón de la más pequeña para compartirla con sus amigos (N. del A.)
Y también cuando se agachaba a tomar agua en el arroyo, de pronto sentía "iuuuuuuujuuu" en el cuello, porque los changos empezaban a deslizarse por su cuello para caer al agua en un gran chapuzón. También les gritaba la jirafa: "¡Oigan, qué se piensan!" Y los changos contestaban dándose a la fuga: "¡Perdón! Es que como eres toda amarilla, pensamos que eras un tobogán para resbalarnos al agua..."; y se iban riendo y jugando.
Y estas situaciones molestaban cada vez más a la jirafa. Preguntó a todos los amigos de la sabana y nadie sabía decirle qué se podía hacer. Hasta que después de mucho preguntar, un viejo ñu le dijo: "Yo conozco a alguien que te puede ayudar. Es un viejo simio, un chango que vive desde hace mucho en una cueva muy lejana. Pero hay que caminar muchos días y noches para llegar a donde vive..."
"No importa", contestó la jirafa. Así es que esuchó las indicaciones que le dio el ñu y emprendió su camino. Pasó largos días y noches siguiendo las indicaciones hasta que llegó a la cueva donde vivía el viejo chango. Éste lo recibió con mucha amabilidad y, revisándola, le dijo: "¡Claro que yo puedo ayudarte! Vamos a pintar unas hermosas manchas de muchos colores en todo tu cuerpo".
"¿De colores?", preguntó la jirafa, "¿No deberían ser café?". "¡No importa!", contestó el viejo chango, "Verás qué hermosas manchas vamos a decorar en tu cuerpo".
Y entonces el chango dibujó, con ayuda de un pincel, una estrella roja; una luna azul; un sol amarillo; una estrella dorada; una montaña café; un arcoiris de colores; un rayo plateado; una nube blanca; una cara feliz; un árbol frondoso... y así fue llenado a la jirafa de increíbles formas y colores. Y la jirafa se volvió la jirafa más famosa del mundo, gracias a las increíbles manchas de colores que decoraban su cuerpo.
FIN.
Siempre cuando cuento esta historia a mis niñas, les dibujo en la espalda con mi dedo, mientras están acostadas, las figuras que le van poniendo a la jirafa: una estrella, una luna, una montaña... gracias a esto se ha vuelto su historia de corbata favorita; inclusive la llevamos ya al salón de la más pequeña para compartirla con sus amigos (N. del A.)
sábado, 10 de enero de 2009
La piraña vegetariana
Okimba era una piraña del Amazonas. Tenía grandes problemas con todos sus amigos, ya que todos ellos eran carnívoros declarados. No había pez, rana, pollo, gusano o alguno que otros animalillo de granja descuidado que no formara parte del menú de sus amigos. Esto molestaba mucho a Okimba ¿cómo pueden sus amigos devorar todo lo que cae en el Río Amazonas? Vaya, había algunos de ellos que inclusive devoraban la basura que los aldeanos tiraban por las mañanas...
Lo que pasa es que Okimba era una piraña vegetariana... sí, así como suena. La comida favorita de Okimba eran las cebollas... también tenía gran pasión por las lechugas, las zanahorias y todo tipo de vegetales. Para una piraña del Amazonas esto era un gran problema. No sólo porque todos los amigos de Okimba pensaban que era más bien raro... sino porque realmente es difícil conseguir este tipo de comida en el gran Río. ¿Que quieres desayunar un buen tapir? Bueno, eso es fácil... ¿que quieres desayunar coles con clabazas? me entienden ¿verdad?
Lo que hacía Okimba para conseguir su comida era nadar lejos de la selva más profunda. Cerca de las aldeas, siempre había algo así para comer. Ya sea verduras que cayeron por error al Río... ya sea algún niño que, al descuidarse sus papás, echaba rápidamente por la borda o por la ventana todas sus deliciosas verduras.
Y así nadando Okimba, conoció a Jali. Jali era un niño de la aldea. Siempre quiso tener peces en el estanque de su casa. Nunca se lo permitieron sus padres. "Es peligroso...", le decían todo el tiempo. "El Río está lleno de peligros, no podemos entrar al Río a buscar peces como mascotas".
Jali tenía prohibido nadar en el Río. Claro que Jali sabía nadar. Era un chico de la aldea y, como todos ellos, había aprendido a nadar desde muy pequeño, en el arroyo cercano donde toda la aldea se abastecía de agua. Pero una cosa muy distinta era acercarse al Río. Los habitantes de la aldea de Jali, al igual que todos los pueblos que viven cerca del Amazonas, lo veneran con admiración. El Río es la fuente de su vida, de sus cosechas... pero también es la fuente de peligros más terribles: jaguares, pirañas, animales venenosos, anacondas...
Y sucede que Jali estaba sentado a orilla del Río, comiendo unas zanahorias, mientras apilaba pequeñas piedras de río, cuando algunas de estas zanahorias cayeron al agua... ¡glop! el ruido de la zanahoria hundiéndose hizo que Jali volteara y ¡cuál sería su sorpresa! al ver un bello pez plateado que rápidamente se apresuró a morder y a comer las zanahorias... Es que Okimba llevaba varios días sin encontrar algo tan fresco para comer.
Mientras lo veía comer, se preguntaba Jali ¿qué tipo de pez será este? Una piraña no, por supuesto. Las pirañas son carnívoras. Además, nunca se ha visto que haya pirañas cerca de la aldea. No. Las pirañas viven más lejos, Río adentro, en la selva...
Jali fue rápidamente por una vasija de barro grande... y más zanahorias. Puso algunas dentro de la vasija como carnada... la sumergió con mucho cuidado a la orilla del Río... y vio cómo el pez plateado se metió a la vasija para seguir comiento las deliciosas zanahorias. Con mucho cuidado sacó la vasija del Río y la llevó adentro de su casa, al gran estanque de piedra en el que siempre soño usar para tener sus peces de colores.
Okimba no supo qué sucedió. Estaba comiendo cuando, de pronto, sintió cómo el agua lo arrastraba hacia abajo y de pronto se encontró en el estanque... Sintió miedo, volteó hacia todos lados... sólo se veía el cielo pero ¿y el resto del Río? ¿A dónde había ido? Sintió las paredes de piedra y dio vueltas alrededor a gran velocidad, con gran ansiedad...
Jali lo observó y le puso más comida para tranquilizarlo. Esto funcionó, porque Okimba tenía bastante hambre y esto lo hizo olvidar un poco sus problemas. No estaba del todo mal, pensó Okimba. Hay comida, hay agua, no hay pirañas carnívoras molestándome...
Los amigos de Jali no lo podían creer: HABÍA UNA PIRAÑA en el estanque de Jali. Por supuesto que Jali les decía que NO ERA CIERTO. No podía ser una piraña ¿quién ha visto a una piraña que come zanahorias? Claro que sí es una piraña, ¡mira el tamaño de esos dientes! Eso no importa, es un PEZ PLATEADO simplemente. Claro que no, lo que pasa es que no sabes distinguir una piraña de un caimán. Te voy a demostrar que estás equivocado. Jajajaja ¿y cómo piensas demostrarlo?
Y ante el asombro de todos, que soltaron un grito de terror, ¡Jali metió la mano en el estanque de la piraña! Y para el asombro de todos sus amigos, no salió sólo el esqueleto de la mano, ni Jali gritó de dolor por la mordida voraz de la fiera, ni nada de eso... sólo su sonrisa de triunfo de poder decir ¿lo ven? Se los dije, sólo es un Pez Plateado del Amazonas...
Y así fue como Jali se hizo de la mascota más exótica que podría tener un niño de su aldea, o de cualquier aldea del Amazonas: Okimba, la piraña vegetariana mejor alimentada del mundo.
Lo que pasa es que Okimba era una piraña vegetariana... sí, así como suena. La comida favorita de Okimba eran las cebollas... también tenía gran pasión por las lechugas, las zanahorias y todo tipo de vegetales. Para una piraña del Amazonas esto era un gran problema. No sólo porque todos los amigos de Okimba pensaban que era más bien raro... sino porque realmente es difícil conseguir este tipo de comida en el gran Río. ¿Que quieres desayunar un buen tapir? Bueno, eso es fácil... ¿que quieres desayunar coles con clabazas? me entienden ¿verdad?
Lo que hacía Okimba para conseguir su comida era nadar lejos de la selva más profunda. Cerca de las aldeas, siempre había algo así para comer. Ya sea verduras que cayeron por error al Río... ya sea algún niño que, al descuidarse sus papás, echaba rápidamente por la borda o por la ventana todas sus deliciosas verduras.
Y así nadando Okimba, conoció a Jali. Jali era un niño de la aldea. Siempre quiso tener peces en el estanque de su casa. Nunca se lo permitieron sus padres. "Es peligroso...", le decían todo el tiempo. "El Río está lleno de peligros, no podemos entrar al Río a buscar peces como mascotas".
Jali tenía prohibido nadar en el Río. Claro que Jali sabía nadar. Era un chico de la aldea y, como todos ellos, había aprendido a nadar desde muy pequeño, en el arroyo cercano donde toda la aldea se abastecía de agua. Pero una cosa muy distinta era acercarse al Río. Los habitantes de la aldea de Jali, al igual que todos los pueblos que viven cerca del Amazonas, lo veneran con admiración. El Río es la fuente de su vida, de sus cosechas... pero también es la fuente de peligros más terribles: jaguares, pirañas, animales venenosos, anacondas...
Y sucede que Jali estaba sentado a orilla del Río, comiendo unas zanahorias, mientras apilaba pequeñas piedras de río, cuando algunas de estas zanahorias cayeron al agua... ¡glop! el ruido de la zanahoria hundiéndose hizo que Jali volteara y ¡cuál sería su sorpresa! al ver un bello pez plateado que rápidamente se apresuró a morder y a comer las zanahorias... Es que Okimba llevaba varios días sin encontrar algo tan fresco para comer.
Mientras lo veía comer, se preguntaba Jali ¿qué tipo de pez será este? Una piraña no, por supuesto. Las pirañas son carnívoras. Además, nunca se ha visto que haya pirañas cerca de la aldea. No. Las pirañas viven más lejos, Río adentro, en la selva...
Jali fue rápidamente por una vasija de barro grande... y más zanahorias. Puso algunas dentro de la vasija como carnada... la sumergió con mucho cuidado a la orilla del Río... y vio cómo el pez plateado se metió a la vasija para seguir comiento las deliciosas zanahorias. Con mucho cuidado sacó la vasija del Río y la llevó adentro de su casa, al gran estanque de piedra en el que siempre soño usar para tener sus peces de colores.
Okimba no supo qué sucedió. Estaba comiendo cuando, de pronto, sintió cómo el agua lo arrastraba hacia abajo y de pronto se encontró en el estanque... Sintió miedo, volteó hacia todos lados... sólo se veía el cielo pero ¿y el resto del Río? ¿A dónde había ido? Sintió las paredes de piedra y dio vueltas alrededor a gran velocidad, con gran ansiedad...
Jali lo observó y le puso más comida para tranquilizarlo. Esto funcionó, porque Okimba tenía bastante hambre y esto lo hizo olvidar un poco sus problemas. No estaba del todo mal, pensó Okimba. Hay comida, hay agua, no hay pirañas carnívoras molestándome...
Los amigos de Jali no lo podían creer: HABÍA UNA PIRAÑA en el estanque de Jali. Por supuesto que Jali les decía que NO ERA CIERTO. No podía ser una piraña ¿quién ha visto a una piraña que come zanahorias? Claro que sí es una piraña, ¡mira el tamaño de esos dientes! Eso no importa, es un PEZ PLATEADO simplemente. Claro que no, lo que pasa es que no sabes distinguir una piraña de un caimán. Te voy a demostrar que estás equivocado. Jajajaja ¿y cómo piensas demostrarlo?
Y ante el asombro de todos, que soltaron un grito de terror, ¡Jali metió la mano en el estanque de la piraña! Y para el asombro de todos sus amigos, no salió sólo el esqueleto de la mano, ni Jali gritó de dolor por la mordida voraz de la fiera, ni nada de eso... sólo su sonrisa de triunfo de poder decir ¿lo ven? Se los dije, sólo es un Pez Plateado del Amazonas...
Y así fue como Jali se hizo de la mascota más exótica que podría tener un niño de su aldea, o de cualquier aldea del Amazonas: Okimba, la piraña vegetariana mejor alimentada del mundo.
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