sábado, 18 de abril de 2009

La estrellita de mar

Este cuento fue hecho por mi hija Ana de 10 años, a quien le encanta vacacionar en las bellas playas mexicanas.....

Un día, en el fondo del mar, había una pequeña estrella de mar, a ella la gustaba viajar mucho por el océano.

Un día a la estrellita la contactaron la C.E.V. (Ciudad de Estrellas Viajeras) y a ella le fascinó la idea.

Al otro día la estrellita fue a la C.E.V. y se dirigió con el capitán de la C.E.V. y el capitán le preguntó: -TÚ,estrellita, ¿cómo te llamas?- ella le respondió: - Karina, ¿y usted?- él le dijo muy caballerosamente: - Pues claro, yo me llamo, Coronel Pedro- luego el Coronel Pedro llevó a Karina a su nave submarina.

El Coronel Pedro le dijo a Karina: -Tu misión es ir a descubrir allá arriba, me refiero a la tierra- Karina se sintió intimidada, pero ella era la estrella más viajera entonces aceptó: -¡ACEPTO JEFE!-

Luego mandaron a Karina a Ixtapa a que conociera allá.

Al otro día ella fue a ver qué se podía llevar para que se lo enseñara a su jefe (el Coronel Pedro) y lo sorprendiera.

A ella le emocionaba ver tantas cosas tan bonitas , que ya se quería llevar Ixtapa abajo del mar, pero luego vió a una señora vendiendo collares , entonces agarró uno.

Karina regresó al mar para enseñarle a su jefe el collar, el tipo de arena y también le dijo que todo era precioso. Su jefe le dijo: -Muy buen trabajo Karina, tu siguiente misión será en una semana, mientras descansa-.

Karina decidió que ya no quería más misiones, entonces quiso quedarse en Ixtapa.

FIN

El descubrimiento de Lupi (2a parte)

Este final fue escrito por mi hija Nat de 7 años...

El búho le dijo a Lupi que tratara de hablar con los humanos. Y Lupi sí pudo hablar con ellos. Les explicó que no eran malos y les dijo lo que comen: venados y animales... y personas, y que a las personas las comen cuando los atacan.

Entonces ellos lo entendieron y se hicieron amigos. Luego Lupi se lo explicó a su familia y después Lupi se hizo el favorito de esa familia. Y cuando Lupi esté en peligro ellos lo van a proteger.

Y los visitaba todos los días y jugaban. Y vivieron felices por siempre...

FIN

El descubrimiento de Lupi (1a Parte)

Lupi nunca había visto a los humanos. Él era un pequeño lobo que siempre había vivido en su manada, en compañía de su papá y su mamá y otros lobos únicamente. Su vida transcurría felizmente, cazando conejos, ratones, observando cómo los mayores cazaban animales mayores como venados o inclusive alguna cabra que se hubiera escapado de alguna granja cercana. Pero para él se trataba simplemente de otros animales que habían sido puestos en el bosque para que ellos, los lobos de la manada, tuvieran qué comer.

Así es que, cuando sintió en el aire el olor de una fogata, donde se estaban asando malvaviscos y salchichas, no supo de qué se trataba. Era de noche y, a pesar de estar todo muy oscuro, fue siguiendo el olor que llegaba por el aire hasta que descubrió una luz que brillaba a lo lejos entre los árboles.

A pesar de que en el bosque los lobos, aún los lobeznos como él, eran tratados con mucho respeto y miedo por el resto de los animales, se acercó con mucha precaución hacia donde se encontraba la luz. Conforme se acercaba, descubrió que, alrededor de la luz, se encontraba reunida un grupo de lo más extraño. Nunca había visto algo así.

Se trataba de una familia de humanos, pero él no sabía esto. Era el papá, la mamá y un pequeño niño llamado Calixto. Ellos estaban acampando en el bosque y se encontraban muy contentos, platicando y cantando alrededor del fuego, asando salchichas y malvaviscos, que fue el olor que atrajo a Lupi a lo lejos.

Lupi sí conocía el fuego. Lo había visto cuando los relámpagos que caían en las tormentas prendían las ramas de algún árbol seco. Todos los animales del bosque huían del fuego al verlo. pero estos extraños visitantes del bosque no parecían tener ningún miedo del fuego. Al contrario, parecían disfrutar estar cerca de él.

La curiosidad de Lupi iba en aumento, así es que se acercó un poco más, sin ahcer ruido. Y entonces, el papá de Calixto volteó y distinguió el brillo del fuego reflejado en los abiertos ojos de Lupi.

Gritó asustado: "¡Un lobo!" Y de inmediato saltó de su lugar, tomó la escopeta que tenía muy cerca de donde estaba y, sin pensarlo dos veces, disparó. El estruendo, el resplandor, la sorpresa de lo que estaba sucediendo, tomaron por completo por sorpresa a Lupi, que no sabía qué estaba sucediendo. Sus oídos parecían reventar, su corazón parecía salirse de su pecho, mientras corría despavorido de regreso a la profundidad del bosque.

Los demás lobos de la manada estaban muy preocupados por él, porque escucharon a lo lejos el disparo. "¡Lupi, Lupi! ¡Estás a salvo!" Lupi no podía creer lo que había sucedido... ¿quiénes eran esos seres? "Son seres humanos, son muy peligrosos, ¡nunca te acerques a ellos!"

Lupi pasó muchos días muy triste... no entendía qué había sucedido. Ahí estaba una familia humana, disfrutando de estar juntos, tal y como él lo hacía con su manda. Pero ahora todos le decían que eran peligrosos. Y eso lo llenaba de tristeza.

Así es que decidió preguntar al viejo búho... ¿quiénes son estos humanos? ¿realmente son tan malos?

sábado, 24 de enero de 2009

El vampiro que comía catsup

Puede llamarse también: "El vampiro que comía ketchup" (N. del A.)

Cuando la familia decidió mudarse a su nueva casa, el señor que se las mostró les advirtió: "Sólo quiero que sepan que en esta casa habita un vampiro. Es algo muy tenebroso. Es terrible encontrar gotas de sangre en el suelo por las mañanas. Así es que prefiero que lo sepan y que no se sientan engañados."

El papá contestó: "Tonterías. Los vampiros no existen. Así es que compraremos la casa, que me parece perfecta para nuestra familia". Y se mudaron muy contentos a esta hermosa mansión de muchos pisos y habitaciones, que era una casa muy antigua y que seguramente había alojado a muchas familias por mucho tiempo.

Tampoco Tino, el niño de la familia, tenía miedo a los vampiros ni a las historias de miedo. Al contrario, le gustaba mucho asustar a sus hermanas contándoles historias de caballeros sin cabeza, de fantasmas y de ogros. Así es que su primera noche en su nueva casa fue muy apacible y durmió profundamente.

¡Cuál sería la sorpresa de todos al encontrar en el piso de la cocina las gotas de sangre que el señor les había descrito! Ahí estaban, como un camino que empezaba en la cocina y terminaba en las escaleras, donde, después de algunos escalones, desaparecía.

Pues Tino decidió entonces investigar esto. Y esa noche, cuando todos dormían, bajó muy despacio y sin hacer nada de ruido a la cocina... y ahí estaba el vampiro. Era un hombre vestido de negro, con una capa negra y, bueno, ya sabe cómo se ven los vampiros. Y cuando el vampiro oyó a Tino, volteó súbitamente, con ojos de fuego y ¡la boca llena de sangre!

Bueno, eso es lo que pensó Tino cuando lo vió... hasta que vió que sus manos sostenían una botella de catsup... con dos orificios redondos que, seguramente, había hecho el vampiro con sus afilados colmillos.

El vampiro se dio cuenta de que Tino volteaba a ver la botella y la escondió rápidamente tras su espalda, lleno de pena...

- "Pero, ¿tú comes catsup?", preguntó Tino... "¿No se supone que los vampiros comen sangre?".

- "¡Claro que no!", contestó indignado el vampiro. "¡Sangre, qué asco! ¿te imaginas? Es una mala fama que nos han hecho por siglos... Lo que me encanta es esta riquísima salsa de tomate."

- "Se llama catsup...", contestó Tino. "Puedes comer la que quieras, pero por favor ¡no ensucies el piso de la cocina! No sólo se ensucia y hay que limpiar todos los días, sino que asustas a muchas personas."

Y así charlaron largo rato Tino y el vampiro, que se volvieron muy buenos amigos. Todas las noches Tino le servía un plato de salsa catsup, y él le contaba muchas historias muy interesantes, que muy pronto podría contar a sus hermanas...

El conejo que perdió la cola

Este era un conejo que un día perdió su cola. Su mamá le había advertido que no se metiera entre los zarzales. Sin embargo, los niños a veces no obedecen a sus papás y, de igual forma, este pequeño conejo no hizo caso a esta advertencia, corrió y jugó entre las zarzas llenas de espinas y ¡zas!, de pronto se quedó sin cola.

Y un conejo no se ve muy bien sin cola, así es que el pequeño conejo empezó a buscar algo que ponerse en su lugar. Lo primero que intentó fue una col. Sí, una redonda y verde col, que puesta con cuidado en su colita, lo hacía verse muy bien, pues una cola verde es siempre original.

Pero más tardo en regresar a jugar con sus amigos con su nueva cola verde, que en darse cuenta que, en cada vuelta que daba, alguno de sus amigos le pegada un mordisco a la cola y, de pronto, se quedó nuevamente sin cola, pues la col había estado muy apetitosa.

Así es que ahora intentó con una hermosa flor roja que encontró en el jardín. Vaya que se veía bien el conejo. La flor lo hacía el conejo más llamativo de su granja. Tan llamativo, que de pronto un enjambre de abejas lo empezó a perseguir por todo el jardín, pues querían comer el polen de esa flor... así es que el conejo salió corriendo y dejó la flor tirada, sin saber qué hacer ahora para reponer la cola que había perdido.

Lo siguiente que intentó fue ponerse una pelota pequeña que encontró ahí en el jardín. La pelota era redonda, brillante, y tenía una ventaja adicional: podía sentarse en ella y rebotar por todas partes, lo cual era de lo más divertido. Y así estuvo jugando largo rato en el jardí, rebotando de aquí a allá... hasta que el perrito del granjero descubrió dónde estaba su pelota favorita y persiguió y persiguió al conejo, que tuvo que salir huyendo nuevamente hacia el bosque, dejando atrás la pelota que había sido tan divertida...

Y entonces encotró la flor del algodón... ¡ah, qué bonita era esa flor! Blanca, suave, sedosa... parecía... parecía, precisamente, ¡una cola de conejo! Así es que el conejo cortó esta flor, la pegó fijamente a su colita y por fin pudo regresar a ser un conejo normal, con una linda y esponjada cola blanca.

Un mal sueño

La niña había tenido un mal sueño. Despertó enmedio de la noche llamando a su papá, muy agitada y asustada. Su papá acudió rápidamente a su llamado.

Ella tenía usualmente sueños muy bonitos: soñaba con flores, con pajaritos, con juguetes, con muñecas... soñaba con sus hermanos y con sus papás. Soñaba con sus amigas de la escuela y con sus abuelitos. Muchas veces soñaba también con paisajes y con música, que era lo que más le gustaba de día.

Y sin embargo, esa noche había tenido un sueño que le había dado miedo, que la había despertado y por eso llamaba a su papá. Él la acarició en el pelo mientras le preguntaba: "Dime mi amor... ¿le pediste hoy a Dios que te mandara lindos sueños?" Y ella recordó entonces que no, que ese día había jugado hasta tarde con sus amigas, que había caído exhausta en la cama y que había dejado de rezar, como siempre lo hacía antes de dormir.

"Ya ves", dijo su papá, "ésa es la explicación. Dios siempre atiende las peticiones de las niñas y les cumple las cosas que ellas quieren, de alguna forma u otra".

"Ahora bien," continuó, "debemos encontrar ese mal sueño, que seguramente se coló por la ventana aprovechando que se te olvidó pedir dulces sueños". Y buscaron en el cajón, debajo de la cama, entre las cobijas.

Y al levantar la almohada, ¡ahí estaba! Era una pequeña nube gris, que estaba oculta esperando para regresar a los sueños de la niña en cuanto ella se durmiera. Al ser descubierta, la pequeña nube gris salió volando nuevamente por la ventana.

Así es que el papá cerró la ventana y, regresando al lado de su hija, le insistió: "No olvides entonces pedir a Dios dulces sueños, te aseguro que esa pequeña nube no volverá por aquí pronto".

Y así fue como ella aprendió a pedir siempre a Dios esos dulces sueños que siempre la acompañaban antes de dormir, para no dejar espacio para el regreso de ningún mal sueño.

sábado, 17 de enero de 2009

Un cuento muy pequeño

- "¡Papá, cuéntame un cuento", dice una de mis niñas.
- "Bueno, pero sólo que sea muy pequeño, porque ya es tarde", contesto yo.
- "¡No! que sea grande... porque luego me cuentas un cuento que dice: estos eran unos amigos que vivieron felices por siempre... y no quiero eso", protesta ella.
- "Bueno, entonces te voy a contar un cuento muy pequeño, tan pequeño, que de pronto se perdió. Y nadie podía encontrarlo. Lo buscaron debajo de la cama... y nada. En el clóset, y nada. Dentro de los zapatos, y nada. Hasta que la niña de la casa tuvo una idea genial: buscarlo con una lupa, con un lente de aumento. Y así se puso a buscarlo y lo encontró encima de la cama, era tan pequeño que no lo habían visto. Y así muy contenta, se pudo dormir por haber encontrado al cuento pequeño", digo yo, mientras cierro la puerta para dormir y ellas sonríen suavemente.